El Convento de Churubusco, palabra que proviene del náhuatl "Huitzilopochco" que significa lugar del templo de Huitzilpochlti, tiene sus orígenes en los primeros años del siglo XVI, al establecer los recién llegados misioneros franciscanos un centro de evangelización en lo que anteriormente había sido un poblado prehispánico que databa del año 1065 d.C. Para su construcción los misioneros emplearon como en muchos otros casos de nuestro país, las mismas piedras de los templos prehispánicos para la realización de los distintos espacios religiosos, quedando el templo dedicado a la advocación de Santa María de los Ángeles. Años más tarde, el convento pasó a manos de los misioneros dieguinos, también conocidos como franciscanos descalzos, que con el paso de las décadas y gracias a los donativos de varios personajes del periodo virreinal, pudieron agregar nuevos espacios y mejorar las instalaciones con que contaban. Así el conjunto se encuentra integrado por una capilla y un área de habitaciones y claustro protegidos al norte con una huerta con árboles frutales, ventilando e iluminando sus espacios por medio de tres patios interiores así como por las huertas y el patio del descanso localizados al sur del convento .
Durante 1847, en plena intervención norteamericana, el convento fue designado sitio estratégico, razón por la cual funcionó como base de operaciones para el ejército mexicano para la defensa de la Ciudad de México, sin embargo el 20 de agosto de 1847, este convento fue escenario de una cruenta batalla en la que participaron las tropas mexicanas apoyadas por el famoso batallón de San Patricio que desde entonces hermana al pueblo de México con la República de Irlanda.
Posteriormente, tras la nacionalización de los bienes del clero, el convento pasó a manos del gobierno mexicano que tras varios años de abandono lo convirtió en el Museo Nacional de las Intervenciones, mismo que abrió sus puertas en 1921 y en el cual se exhiben distintos objetos de gran valor histórico de las distintas invasiones que el país sufrió durante el siglo XIX, en un extraordinario marco histórico que sumerge al visitante en la apasionante historia de México.
Adicionalmente en este conjunto se pueden conocer como eran los interiores y la vida diaria de las órdenes religiosas de la Nueva España y se pueden apreciar notables espacios como el Templo de San Diego, que alberga un espléndido altar churrigueresco, así como los distintos patios y jardines que nos transportan al pasado y que constituyen una pausa en la vida cotidiana. Asimismo en este sitio se llevan a cabo diversas representaciones artísticas y culturales a lo largo del año con diversas temáticas que aprovechan el magnífico escenario histórico en el que se presentan.